miércoles, 28 de enero de 2009

ESTE CORAZON NO ES DE UN CICLISTA


El doctor que realizó ecocardiografías al Xacobeo supo que Raña llegaba de otro deporte porque sus paredes y cavidades cardíacas son distintas a las de sus compañeros.
Iván Raña escuchó la sentencia mientras el doctor observaba las imágenes del ecocardiograma. El grosor de las paredes cardíacas del ordense era mayor que la del resto de la plantilla del Xacobeo y el tamaño de las aurículas y los ventrículos era inferior que el que presentaban sus compañeros. El médico sabía que aquel corredor había practicado otro deporte que exige más intensidad que el ciclismo. «Triatlón», confesó Raña. Fue traicionado por su propio corazón.
Las pruebas médicas requeridas por la Unión Ciclista Internacional fueron realizadas en una clínica de Vigo. «Yo ya me imaginaba que iba a ser así. Con bajas pulsaciones mis compañeros son más eficientes que yo», dice el triatleta reconvertido a corredor. «Iván tiene un motor de lamparillas», bromean en el Xacobeo. Un motor más compacto esculpido por el triatlón, una disciplina más explosiva que el ciclismo.
«Practicar un deporte más de nueve diez horas por semana genera un desarrollo importante del corazón, que se adapta al entrenamiento. Aumenta el tamaño del músculo y el de las cámaras cardíacas, sobre todo el del ventrículo izquierdo. Son cambios fisiológicos, no conllevan riesgos. El corazón se adapta al ejercicio crónico, es una conclusión que vale para los deportistas de élite y también para el resto de la gente», explica Juan José Crespo, especialista en Medicina de la Educación física y Deporte y profesor asociado en la Universidad de Vigo.
El doctor Crespo señala que el desarrollo del corazón depende del deporte practicado. «Todas las disciplinas de resistencia aumentan el tamaño. Y el ciclismo es más de resistencia pura que el triatlón, una disciplina en la que además hay que tener en cuenta el papel que desempeña el tren superior, sobre todo en el agua», señala.
Raña recuerda que cuando era triatleta dedicaba al entrenamiento un número de horas similar al que dedica ahora a la bicicleta. Pero las dividía en tres disciplinas y siempre dedicaba una parte a trabajar con intensidad. «Y las competiciones son mucho más explosivas en el triatlón olímpico que el ciclismo. Los triatletas van al máximo durante casi dos horas», dice el corredor.
Crespo añade que esta situación no es un problema y que Raña solo tendrá que reciclarse para poder mover una gran cantidad de sangre e incrementar así la capacidad de recuperación, un factor importante de cara a las carreras por etapas, tan distintas de las espaciadas competiciones que preparaba el gallego en su etapa de triatleta
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Manu Globero.

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